«Convertirte en maquinista es una profesión que puede llevarte muy lejos en muchos sentidos».

Para Aser Ruiz, alumno de la primera promoción de maquinistas del CEFF (2011-12), ha supuesto llegar hasta Reino Unido y desarrollar allí su carrera profesional. Recientemente ha pasado de nuevo por nuestra escuela para actualizar sus conocimientos del ferrocarril español y hemos querido aprovechar la ocasión para charlar con él y para que nos cuente cómo es vivir y trabajar ni más ni menos que en la cuna del ferrocarril.

¿Cómo surgió la oportunidad?

Fue gracias al método tradicional. Poco tiempo después de conseguir mi título en España, envié currículum a todas las empresas ferroviarias de Reino Unido. Colas Rail me contactó al cabo de algunas semanas. Tuvimos una primera entrevista personal en la que querían comprobar mi dominio del inglés y que realmente estaba motivado para el reto de cambiar de país. A partir de ahí realicé varias pruebas de acceso, médicas… hasta que me ofrecieron el puesto y me incorporé en enero de 2014.

¿Te lo pensaste mucho antes aceptar el empleo y mudarte de país?

No. Mis opciones en ese momento eran quedarme en Barcelona en el paro o con un trabajo precario esperando a que quizás algún día sonase la flauta, con 40 años y una hipoteca, o aceptar un puesto de maquinista con condiciones laborales dignas en Reino Unido. Así que para mí no hubo dudas en ese momento. Además tuve la suerte de contar con el apoyo de mi familia, aunque ellos no lleven tan bien el tema de la distancia. Pero entendieron que era una buena oportunidad. Además hoy en día las distancias no son tan dramáticas gracias a los vuelos baratos y a las videollamadas. Nos vemos con mucha frecuencia.

¿Cómo fueron tus primeros días en Reino Unido?

Muy emocionantes. Ya había estado anteriormente en el país, pero sólo como turista, claro. Llegar para vivir y trabajar es una situación completamente excepcional para mí. Nunca lo hubiese imaginado tan sólo unos meses antes. Los primeros días fueron de concentración en un hotel para un curso de reglamento con un grupo de compañeros que también se incorporaban a la empresa. Eran todos británicos menos yo. Imagínate esos ratos después de las clases donde todas charlaban en grupo, cada uno con su acento, con su argot, chistes, bromas… Había momentos en los que yo no entendía absolutamente nada de lo que decían. Se me quedaba cara de tonto, supongo. En ese momento pensaba “dónde te has metido”. Otro momento de pánico fueron las primeras prácticas de maniobras por radio. Pensé que sería incapaz de comunicarme. Pero al final no fue tan dramático y en seguida aprendes las cuatro frases hechas que te sirven para el trabajo.

¿Cómo fue la acogida de tus compañeros?

Muy positiva en general desde el primer momento. Creo que les caí bien por el hecho de ser español. La mayoría de personas en este país han viajado alguna vez a España o incluso tienen familiares viviendo en algún lugar de nuestra costa, así que yo creo que eso ayudó. Por otro lado, aunque muchos eran partidarios del “Brexit” durante la campaña del referéndum (muy basada en el tema de la inmigración), la verdad es que siempre han mostrado una actitud muy positiva hacia mí. Y en algunos caso con un cariño muy sincero que realmente agradezco.

¿Te gusta trabajar en mercancías?

En realidad no puedo comparar con pasajeros porque sólo he trabajado en mercancías, pero sí me gusta mucho por la variedad de turnos que representa. Cada semana es diferente en cuanto a horarios y líneas por las que circulo. Además las características de cada tren son diferentes al anterior con lo que cada día tienes que adaptar tu técnica de conducción. Eso hace que el trabajo sea más ameno y menos monótono. Además nadie se queja si llegamos cinco minutos tarde.

¿Ha sido difícil adaptarse a la vida y al trabajo en Reino Unido?

Lo más complicado es el aspecto social: conocer gente, hacer amigos… Este es un trabajo bastante solitario así que tengo compañeros pero tampoco pasamos demasiado tiempo juntos, en realidad. Adaptarse al ferrocarril en cambio fue muy sencillo porque al fin y al cabo un tren es un tren en todas partes. Lo más engorroso fue el esfuerzo de aprender un nuevo reglamento, pero eso al fin y al cabo se reduce a horas de estudio y nada más. Adaptarse a la conducción fue sencillo porque yo no tenía experiencia en España más allá del curso de maquinista.

¿Alguna cosa que te llame mucho la atención del ferrocarril en Reino Unido?

Muchas. La primera fue comprobar que la mayor parte de la red sigue sin electrificar, a diferencia del resto de Europa. Así que el diesel sigue teniendo muchísima presencia. Y algunas de las zonas que sí están electrificadas es por tercer carril, lo cual impone mucho respeto cuando por algún motivo tienes que cruzar las vías. También me sorprende mucho que todavía existan algunas líneas con señales semafóricas. Parece que algunas cosas no han cambiado mucho desde el siglo XIX. Otra cosa que me parece muy curiosa es el gran número de aficionados al ferrocarril y “trainspotters”. Están en todas partes y a cualquier hora: andenes, puentes, encaramados a escaleras portátiles en medio del campo… Pero muchos de esos aficionados también son los responsables de conservar el legado histórico del ferrocarril justo en el país que lo inventó. Ellos consiguen que muchas antiguas locomotoras de vapor y coches de viajeros sigan circulando por antiguas líneas que hoy se conservan como atracciones turísticas. Me parece muy bonito y envidiable.

¿Recomiendas vivir una experiencia profesional como la tuya?

No sé si recomendar es la palabra. Pero sí diría que no hay que tener miedo. Es una experiencia vital, no sólo profesional.

¿Echas algo que eches de menos de tu vida en España?

¡Claro! Familia, amigos, sol, playa… Jamón puedo comprar aquí sin problemas.